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Gabriel Rodríguez para www.contrapunto.com
Amada y odiada, la fanaticada de los Leones del Caracas se ha hecho famosa por el nivel de exigencia que imprimen temporada tras temporada sobre el club de sus amores.
Muestran un apoyo incondicional mientras se mantengan en alza, pero no escatiman para expresar su descontento cuando las cosas no van como ellos esperan. Así, los que asisten noche tras noche al Estadio Universitario de la UCV, en busca de victorias caraquistas, se han vuelto un elemento importante para el desarrollo psicológico de los juegos de pelota.
Es lógico pensar que la presión del público esté enfocada en los rivales. Y sí, es común que eso pase. Hassan Pena, cerrador de los Navegantes del Magallanes, ha recibido un poco de esa medicina. “No es fácil mantener la concentración en momentos tan importantes y con tanta bulla”, dijo luego de un partido en Caracas. “Pero debes mantenerte enfocado porque si no, estás fuera. Es difícil pero trato de no escucharlos”, confesó el cubano.
Pero quizás los que a diario pagan una entrada para ocupar una silla en las tribunas del estado ucevista no imaginan que los reproches a sus propios peloteros, mánager o directiva pueda afectarlos más de la cuenta.
“Aquí el público es más exigente y eso te da más presión”, dijo Alex González, infielder de los Leones del Caracas. “Yo he tenido la oportunidad de jugar una Serie Mundial y un Yanquis vs. Boston y la fanaticada de aquí se lo lleva por los cachos”, dejó saber el experimentado pelotero.
Omar Malavé, antiguo mánager de los Leones, confesó que tuvo que dar un paso al costado a causa de esa fanaticada. “Tuve que sacrificarme y renunciar para que el equipo que teníamos ese año, que tenía madera de campeón —y lo fue, no solo en Venezuela, sino en la Serie del Caribe—, pudiera avanzar”, dijo el ahora coach de los Navegantes del Magallanes. “La presión de los fanáticos nos estaba afectando”.
“Cuando estuve en mi primer Caracas-Magallanes me temblaban las piernas. Yo estuve en varias finales contra el Caracas jugando para Lara pero nunca sentí esa adrenalina”, continuó la mano derecha de Carlos García en la nave turca.
Edgardo Alfonzo, importante referencia venezolana en las Grandes Ligas, dio crédito a la fanaticada de Caracas y a la de Venezuela en general. “Eso es en todos los estadios”, dijo. “Esta Liga es una escuela no solo de pelota, sino de presión. En Estados Unidos el público se siente cuando hay una jugada o un jonrón, pero en Venezuela son más agresivos. Meten bulla desde el primer pitcheo”.
El conjunto capitalino siempre cuenta con la presencia de sus fanáticos, ganen o pierdan. El detalle, distinto a la afición de los Tiburones de La Guaira, por ejemplo, es que cuando las cosas no marchan por el mejor camino, desde las tribunas se los harán saber.
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