8 jul 2011

Una pasión



Gabriel Rodríguez/Foto: Dagne Cobo Buschbeck //
Javier Marías, escritor español, dejó claro una gran verdad. La gente puede cambiar de ideología, de casa, de amigos, de pareja y hasta de país, pero nunca cambiará la pasión que se siente por un club, en su caso de fútbol.

Para mí, por nacer en Venezuela, el beisbol fue lo que movió mis emociones desde niño, con los gloriosos Leones del Caracas. Asistir al estadio se convirtió en una sensación inigualable e indescriptible –aún me pasa-, que no cambiaría por nada. Algo similar, aunque en menor medida, experimenté con los Cocodrilos de Caracas en el baloncesto, que también desde pequeño admiraba desde la TV. Iván Olivares y Rostin González, copaban mi atención cuando era el receso de la LVBP.
No fue lo mismo en el fútbol –lamentándolo mucho-. El Caracas FC, el equipo más exitoso de nuestro país, se presentaba como la opción más lógica para desbocar mis energías, aunque luego de asistir a algunos partidos en el Estadio Nacional Brígido Iriarte no terminé del todo convencido. Con más argumentos me abalance sobre el beisbol capitalino.
Sin embargo, esa semilla que mi abuelo intentó inculcarme cuando era niño –el fútbol- surgió tiempo después, en la final de la Copa de Europa de 1998 entre el Real Madrid y Juventus. Allí, Mijatovic le regaló la 7ma orejona a los merengues ante Zidane y su Juve.
De ahí en adelante adopté al Real Madrid como norte futbolístico –igual que Javier Marías- para desgracia de mi abuelo, que era de Tenerife. Mientras que en Venezuela seguía intentándolo con los Rojos del Ávila –regionalismo, supongo-.
Curiosamente, la verdadera pasión por un club nacional llegó muchísimo tiempo después, como estudiante de la Universidad Central de Venezuela. Y es que ser ucevista va más allá de las explicaciones lógicas. Un ucevista de verdad lleva un ucevismo muy marcado y, en mi caso, drené todo ese amor en su equipo de fútbol, el UCV FC.
Un club con más sombras que luces, con un solo título de campeón hace ya más de 50 años, pero que transmite más ucevismo que muchas –para no decir todas- de las autoridades universitarias. Dudo mucho que algún profesor, tenga los años que tenga dentro de la institución, emane desde sí mismo lo que derrocha un jugador que viste la camiseta tricolor de la Universidad.
Hoy el club navega por la 2da división hacia los mares del primer mundo. Y aunque se vea como un equipo pequeño, sus victorias ajustadas, con goles al minuto 90, producto quizás de lo que brota de la camiseta, hacen que los que seguimos a este club no lo cambiemos por nada.
Malos manejos, malos resultados e incluso hasta malos jugadores -no muchos por fortuna-, detalles que espantarían a cualquiera, no hacen mella en una pasión incondicional que sus fanáticos –pocos pero fieles- expresan a todo gañote semana tras semana en el Estadio Olímpico.
Viene una nueva temporada y nuestro equipo ya se ve distinto. Un nuevo DT, un nuevo proyecto y probablemente nuevos jugadores –junto a los que ya estaban acá-. Tengo la sensación –no me pregunten por qué- de que este torneo apertura será distinto. Creo que este torneo será nuestro torneo ¿Sufrido?, probablemente, pero será nuestro. Somos UCV FC, una pasión de tres colores que este año pisará fuerte rumbo a la primera división.

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