La remontada de la historia. AP |
Gabriel Rodríguez ( @GabUCV )
La justicia mirará la posible roja a Piqué en la primera parte. La justicia, es lógico, gritará por un penal dudoso sobre Neymar donde Meunier se resbala al 50' y otro inexistente sobre Suárez al 91'. También, con casi toda seguridad, la justicia pedirá la roja a Neymar cuando le brindó un patadón clamoroso por detrás a Marquinhos con el juego 3-1. Se tomará de los pelos la justicia, por el penal -confeso, además- de Mascherano sobre Di María al 85'. Se preguntará esa justicia si fueron "justos" cinco minutos de descuento. Eso hace la justicia y está muy bien. Es su deber.
Pero en el fútbol la justicia y el resultado no siempre van de la mano -y a veces tampoco va de la mano con el buen juego-. Y eso permite que veamos piezas poéticas como las que ayer nos regaló el Camp Nou. Y sí, lloverán las críticas, pero cada jugador del Barcelona, cada aficionado que ayer se rompió las manos de aplaudir en el mítico estadio catalán, y cada alma culé en todo el mundo, recordará esa noche en la que remontaron, ya no un 0-4, sino un 3-5 en diez minutos. TRES GOLES EN MENOS DE DIEZ MINUTOS.
Eso se ve poco. Pero por fortuna se vio. Se vio también a un PSG sin alma, como aquel Manchestar City contra el Real Madrid en la Champions pasada. Un equipo que no viajó a España, sino que se quedó saboreando el 4-0 de Paris. Un club que pagó muy cara la mediocridad y fue testigo de primera fila de lo que por estos lados se conoce como "ponerle huevos". Un equipo que pierde una ventaja de cuatro goles, que pierde 6-1 en una eliminatoria de Champions, no merece siquiera leer el primer párrafo de este texto. No valen ni penales, ni "justicias".
El Barcelona está en cuartos de final por su juego, si. Pero por sus bolas en primer lugar. Ya le tocará a otro pellizcar en los detalles. Será otro quien diga, quizás con mucha razón, que "robaron" al PSG. Yo, mientras tanto, sólo diré que lo del Barcelona anoche fue simple poesía.
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