Mundial sub-20
Venezuela: Entre sueño y realidad
Gabriel Rodríguez
Este viernes 25 de septiembre el día no comenzó como cualquier otro. El ambiente nos brindaba a mis amigos y a mí un sutil aroma de esperanza y nerviosismo y teñía el paisaje con cierto tono VINOTINTO. Supongo que fue el común denominador de todos los compatriotas que seguimos al fútbol y que esperábamos ver el primer juego de Venezuela en algún mundial de la FIFA.
Pero nuestra emoción no podría compararse con lo que, seguramente, sentían los venezolanos que poblaban las gradas del estadio Al Salam. Y ni hablar del sentimiento que cada uno de los jugadores experimentaba al salir lentamente al campo de juego.
Reunidos observábamos con atención como formaba nuestra selección en su categoría sub-20, ante un gran conjunto nigeriano que salía como favorito. Discutíamos entre nosotros cuál sería la clave para vencer a las águilas verdes: robándoles el balón, jugando al contra golpe o el tan tristemente célebre “pase largo efectivo” que tanto pregonó el DT César Farías al hacerse cargo del combinado nacional. Sin embargo, los once muchachos que saltaron a la cancha Al Salam del Cairo demostraron que ciertamente están para cosas grandes, más allá de lo que podamos comentar desde este lado de la fuerza.
Gloria al Bravo Pueblo
La expectación pasó a convertirse en una emoción que solo comparo con aquella que siento cuando tengo a mi lado a mi compañera de todos los días. Un cosquilleo en el estómago que, estoy seguro, compartíamos muchos en aquel lugar. Era la primera vez que escuchábamos entonar las, hoy más que nunca, “gloriosas notas de nuestro himno nacional”. Algunas, más románticas aún, drenaban algunas lágrimas producto del orgullo que sentían ante tal episodio histórico.
Observar a los once jugadores titulares entonar en armonía con la banca, el cuerpo técnico y el público nuestra canción patria, aumentaba progresivamente nuestro fervor. Pero nuestro sentimiento nacional llegó a su tope cuando el sonido interno del estadio cortó el himno, por razones de tiempo, y el público venezolano culminó el coro con voz fuerte y diáfana.
Un primer tiempo muy parejo aumentaba progresivamente el nerviosismo y la desesperación en aquella casa de la Av Lecuna donde disfrutábamos del encuentro, y por supuesto, en el campo de juego. Los muchachos se notaban claramente aterrados ante tal compromiso.
¡GOLAZO!
A pesar del nerviosismo y cuando pensábamos que iríamos al descanso con las tablas en el marcador, lamentándonos de varias oportunidades claras que no concretó la vinotinto, llegó en el último suspiro de la primera mitad un disparo de derecha de Yonathan Del Valle que se convirtió en gol, tras un servicio de Louis Ángelo Peña. Enseguida se desató la euforia en las gradas del Al Salam, en todos los fanáticos venezolanos y en específico en dicha casa en la Lecula. Gritamos, brincamos, nos abrazamos emocionados y decíamos: “sí, Venezuela hizo un gol en un mundial”
Pero no solo fue un gol. Además, hubo varias ocasiones en las cuales los fanáticos nos tomábamos la cabeza con ambas manos, como señal de impaciencia, un gesto común entre futbolistas y seguidores que representa la cruel frase “¡uy, por poquito! En el medio tiempo seguíamos con la emoción de estar arriba en el marcador, aunque periódicamente nos aferrábamos a la realidad recordando que en frente estaba Nigeria y que quedaban 45 minutos más por jugar.
El segundo tiempo fue bastante distinto. Nigeria salió a dominar el partido y más del 60% de posesión del balón dan muestra de esa sentencia. Unos podrían decir que la defensa trabajó como debía, otros que la suerte nos acompañó e incluso algunos argumentarán falta de atino de parte de los nigerianos, pero no cabe duda que fueron 45 minutos de sufrimiento puro. Sin embargo, el ímpetu de los africanos no fue suficiente y Venezuela sacó sus primeros 3 puntos en un mundial de fútbol.
Al final del día, me siento en la computadora y comienzo a escribir estas líneas, y asimilo con orgullo nacional que esta vez y por fin, no es un sueño, es realidad. ¡ARRIBA VINOTINTO!
Siempre mantuve que mi único deseo para este mundial era que por lo menos los muchachos hicieran un buen partido, sin importar el resultado. Ciertamente, lo cumplieron a medias, pues el segundo tiempo vinotinto fue un desastre, pero me compensaron de la mejor manera posible: me regalaron el mejor gol, el más bonito, el mejor definido, y sí, me permito la total ausencia de objetividad porque por fin pude gritar con todo mi ser celebrando un gol venezolano en una copa mundial.
ResponderEliminarAún así, lo más emocionante fue escuchar mi gloria al bravo pueblo y ver mi bello tricolor en ese escenario. Fui una de las que lloró de felicidad.
Ahora lo tomaré como cábala y sólo esperaré que juguemos bien, así lo demás vendrá.
(Jajajajaja, me da mucha risa eso de "Pase largo efectivo".)
ResponderEliminarBueno, se hizo lo que se tenía que hacer... Ahora, a apretarse el cinturón porque España está al acecho, y con Tahíti no nos podemos confiar.
Sea como sea, La Cenicienta esta dejando su vestidito y sus zapatitos de cristal para convertirse en un individuo con cédula "20 millones" de este país.
Señores, con ustedes, ¡LA VINOTINTO!.
Carolina.